En el 2021 en Costa Rica se dieron más de 5 mil nacimientos en
adolescentes, según el Sistema de Información de Nacimientos, y estos
datos son solo una muestra que nos refleja por qué Latinoamérica y el
Caribe tienen el segundo lugar a nivel mundial en embarazos en la
adolescencia.
El embarazo en la adolescencia es una problemática con causas
estructurales y sistemáticas, como la violencia machista, desigualdad social,
brechas en el acceso a la información, nulo reconocimiento de las
adolescentes como sujetas de derechos sexuales y reproductivos, las
relaciones impropias, las costumbres y tradiciones de diferentes culturas que
estigmatizan el acceso a la educación sexual integral, así como el poco
acompañamiento de las familias, el estado y la sociedad, para fomentar la
toma de decisiones informadas.
Es fácil emitir comentarios discriminatorios, cargados de mitos y estereotipos
tales como que “la sexualidad es un tema de personas adultas”, dar por
hecho que toda las personas tenemos las mismas condiciones y
oportunidades de vida, esto, desde las posiciones de privilegio, sin
comprender el contexto de violencia y violatoria a los derechos humanos
que implica un embarazo en la adolescencia, llevar a término ese embarazo
y maternar en condiciones de desigualdad, bajo la mirada acusadora, el
susurro a grandes voces, la indiferencia, el señalamiento y la privación de
acceso a oportunidades, las cuáles son ejemplo de las desigualdades que
podemos identificar fácilmente pero no debemos de olvidarnos y
problematizar el impacto directo a la emocionalidad, a la salud mental, la
autopercepción, autoestima y proyecto de vida basados en estas
manifestaciones de violencia.
Un embarazo y maternar en la adolescencia tiende a ser determinante de
condiciones abismales de desigualdad en el desarrollo integral de nosotras
las adolescentes, pero esto no es el resultado de las decisiones individuales
que tomamos, sino por el abandono, estigma y discriminación a la que nos
somete esta sociedad machista, adultocéntrica y clasista que nos excluye
del sistema educativo, nos condiciona a la precariedad laboral, el
desempleo y el empobrecimiento de mujeres.
Les invito a que cada persona se comprometa a derribar estos mitos y
estereotipos, antes mencionados, que fomentan el estigma y discriminación,
dejar de reproducir estereotipos de género, empezar a generar consciencia
sobre la corresponsabilidad en los cuidados de niños y niñas, acompañarnos
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desde la escucha activa, el respeto, la empatía y con enfoque de derechos
humanos, de género, juventudes e interseccional, acciones simples como
dejar de romantizar y naturalizar el embarazo y maternidad en la
adolescencia, fortalecer la institucionalidad, la creación de programas,
proyectos, atención y acompañamiento respetuoso, empático, solidario y
horizontal.
Señoras y señores, trabajen en su adultocentrismo, sus conductas machistas,
clasistas y discriminatorias, reconózcanse incapaces de avanzar solas y solos,
una sociedad más justa, más igualitaria y menos violenta se construye en
conjunto, articulando con organizaciones que tienen mucha trayectoria,
sensibilidad y recurso humano capacitado, con las comunidades, las familias
y por supuesto con las adolescentes embarazadas y las que estamos
maternando, les aseguro que no se avanza positivamente si no nos
escuchan a nosotras, recuerden que estamos hablando de nuestras vidas,
las vidas de niñas y adolescentes y no se puede seguir abordando
tradicionalmente, porque el único resultado es seguirnos violentado y
excluyendo de las oportunidades que merecemos para desarrollarnos
integralmente.
Nos urge descentralizar la información, que se dé bajo los enfoques
integrales previamente mencionados, que esa información llegue a las
comunidades indígenas en su idioma y por supuesto tomando en cuenta su
contexto histórico y cultural, que llegue a las zonas costeras, rurales, a
comunidades vulnerabilizadas, esas comunidades reflejadas en las
estadísticas, que nos dice que vivir en ciertas zonas es un factor
determinante para una niña o adolescente, también nos urge la creación
de oportunidades educativas formales y complementarias, las adolescentes
madres no somos una estudiante más, poseemos particularidades únicas,
nosotras y nuestras hijas e hijos.
Para muchas de nosotras el sistema educativo tradicional no es una opción
y así es como se da la exclusión educativa, no es que no queremos seguir
estudiando es que el sistema no nos ofrece las condiciones para hacerlo,
somos personas que ahora tenemos a cargo la crianza y cuido de otra
persona y que en una cultura machista con roles de género tan marcados
podemos hablar de que estamos criando en soledad, sin corresponsabilidad
en los cuidados, y en muchas de las ocasiones, ni siquiera económicamente,
no tenemos la oportunidad de culminar la primaria o el colegio y terminarla
y ser una estudiante universitaria se vuelve un privilegio. ¿En qué momento
los derechos se convierten en privilegios?
Entremos en materia laboral con este preámbulo sobre el acceso a
educación, ¿Consideran que las adolescentes madres tenemos acceso a un
empleo en condiciones dignas, en el cual se nos garanticen todos los
Redacción:
Ana Francini González Ávalos: frangonzalez.a25@gmail.com
Revisión y aportes:
Cheymi Yineth Gallardo Sánchez: cheymiyineth@gmail.com
Fecha: 26 de setiembre del 2022
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