Por el Lic. José Luis Pacheco Murillo

Toda derrota es dolorosa en cualquier campo que sea. Ese dolor proviene especialmente porque siempre se espera la victoria. El proceso de aceptación de la derrota se da mucho antes de que esta suceda. La derrota se puede prever lo mismo que la victoria.

El problema no es la derrota en sí misma pues como dije se sabía que ocurriría, el problema es la aceptación o no de ella. El problema es la negación de esa derrota y considerar que la misma no se ha dado y por eso se buscan alternativas para pretender buscar la victoria por otros medios. Eso es muy peligroso. Más en el campo político.
Eso puede estar sucediendo y hay que prestarle mucha atención a este fenómeno de no aceptación de la derrota por parte de algunos sectores porque les puede llevar y quizá ya los está llevando a tomar acciones para pretender sacar ventaja a costa de causar daño.
El fanatismo, los intereses que pueden estar en peligro después de años de disfrutarlos aún a costa de miles de personas, el ver peligrar status y comodidades, puestos de poder, prebendas y gollerías, hacen mucho más difícil la aceptación de esa derrota y por el contrario hay acciones para arremeter contra quien ganó para que esa victoria no tenga el sabor de la miel sino hacer hasta lo imposible para que no logre los objetivos, aunque con ello cause daños colaterales incalculables en su magnitud y efecto.
Ya hemos vivido situaciones así. Las consecuencias han sido funestas. Hoy estamos ante un peligro eminente por no haber aceptación plena de una derrota que no la ocasionó quien ahora gobierna sino el pueblo. Lo pero que pueden hacer los no ganadores es arremeterla contra ese pueblo tomando acciones vengativas. Máxime cuando a algunos de los derrotados se les dio por parte de ese mismo pueblo poder político llevándoles a la asamblea legislativa y otros derrotados aún hoy mantienen poder político a través de mandos medios que siguen en el gobierno o incluso a través de nombramientos hechos por el mismo que ha triunfado.
Dios quiera que cesen esos deseos de venganza y esa actitud de no aceptar una derrota que ha sido un desahogo para un pueblo que ha sido maltratado por décadas y que hoy tiene nuevamente esperanzas de una excelente gestión que le ayude a salir de las condiciones tan precarias en las que está. Sería una bajeza y sería una crueldad que tan solo por no haber ganado se desquiten con ese pueblo. Que Dios les ayude s cambiar pensamientos, actitudes y especialmente acciones.

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